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Abel Bravo: José Manuel Pozo Merino hizo tributo a una forma de vida que se identificó con el campo, su gente y sus costumbres

Abel Bravo: José Manuel Pozo Merino hizo tributo a una forma de vida que se identificó con el campo, su gente y sus costumbres
Imagen del sepelio de José Manuel Pozo Merino. www.rodeotalca.cl
Fue el encargado a nombre de la Federación de Criadores de darle el último adiós a este destacado criador.

Abel Bravo, director de la Federación de Criadores, fue el encargado por parte de la institución de dar la despedida a don José Manuel Pozo Merino a través de este sentido discurso en la Catedral de Talca:

A don José Manuel Pozo Merino

Señoras, Señores:

Representar a la FCCRCH -a la que adhiere en forma especial la Asociación de Criadores de Talca - será siempre una tarea honrosa, pues significa asumir la personería de una institución tan estrechamente ligada a las tradiciones nacionales y a los valores de nuestra identidad.

Pero, hay ocasiones en que involucra una responsabilidad bastamente más severa, como ésta, cuando corresponde hacer público su profundo dolor, ante la partida de uno de sus miembros más señeros.

Reconozco no ser poseedor de las cualidades más adecuadas para desempeñar la dura misión; pero, estoy cierto de ser un portador veraz del sentimiento, merced al enorme aprecio y sincera amistad que me unió con don José Manuel, la cual nació en nuestros padres y se ha heredado a nuestros hijos. Ese vínculo, cuasi-familiar, me autoriza para ser portavoz de la nostalgia verdadera ante la partida de un reconocido criador y de un preciado amigo. Y, aunque corra el riesgo de aparecer presuntuoso, diré que el destino me ha puesto en el lugar debido, pues la nobleza de su amistad compromete a mi voz para hacer público el dolor de la institución que ahora represento y, ciertamente, el propio y el de mi familia.

Los criadores entendemos que la pasión que nos une no importa solamente la función de la crianza, sino que involucra una forma de vida que se identifica con el campo, su gente y sus costumbres.  Ese compromiso identitario, sin duda alguna, personificó a cabalidad don José Manuel, quien hizo tributo de su vida a aquella manifestación de ser.

“Principio”:  Nombre con el cual distinguió a su criadero, me hizo pensar, alguna vez, en una referencia tan solo de tiempo.  Hoy, concluyo cuan errada era mi apreciación, pues al volcar la mirada a su vida, descubro que su real sentido es la expresión de los valores de su personalidad, plena de principios de rectitud, de lealtad y de consecuencia. No pudo haber un nombre más certero para representar la trayectoria de su propietario. Lo vi sostener sus convicciones con pasión; lo vi aceptar sus derrotas con dignidad; lo vi celebrar sus logros con prudencia.   

Por ello, cuando en lo sucesivo, lo altavoces en una Exposición o en una Medialuna, anuncien la participación de “Criadero Principio”, tendré presente que no es una alusión temporal al “inicio”, sino un llamado a la preservación de los valores de probidad, propios del hombre de nuestra tierra que él muy fielmente personificó.

Resulta difícil aceptar que ya no veremos esa figura, distinguible desde lejos, con sus atuendos típicos, correctamente llevados.  Las calles de Talca ya no tendrán ese sello de tipicidad de quien mantuvo en ellas la presencia del huaso y de quien fue un valioso aporte al desarrollo agrícola desde las distintas instituciones de su quehacer.

Resulta difícil aceptar que, en los corredores de la añosa casona de San Clemente, donde se custodia la historia de una distinguida familia, ya no estará esperando ese acogedor anfitrión para recibir con calidez al amigo.

Resulta difícil aceptar que la medialuna de San Clemente ya no tendrá la presencia tangible del más genuino exponente y cultor del rodeo quien, venciendo el calor con estoicismo o combatiendo el frío bajo su manta, estaba presto para aplaudir los aciertos o para comentar los que no lo fueron. Pero, siempre, al lado de su eterna acompañante, su querida Sra. Sonia.

Hoy, el silencio del parque de Aurora solo admite el sonido de la suave brisa que, respetuosa, se desliza entre su hermosa encina y sus plátanos orientales, que, con la caída de sus hojas, muestran la expresión de tristeza de la propia naturaleza.  

Pero, hay quienes, también, se hacen sentir al no comprender el por qué de esa ausencia que se nota. Son los relinchos de aquellos nobles caballos que lo despiden desde sus pesebreras y que vendrían deseosos a su encuentro, para llevarlo en sus lomos hacia el cielo. Esos relinchos, esta vez, no expresan la habitual arrogancia, sino su comprensible nostalgia. Ellos no tienen lágrimas, pero sí sufren pena.

“Campo Bueno”, “Pullazo”, “Borra” y tantos otros, hoy anhelarían gustosos llevar, una vez más, a su experto jinete de tantas jornadas. El tintinear de sus espuelas acompañaría su paso por los senderos de las tradiciones, evocando los acordes de un arpa que tantas veces oyó y haciendo una huella digna de seguir.

La finitud propia de la vida y la inexorabilidad propia de la muerte, han cumplido el designio de la naturaleza; y se han llevado “al patrón”, en la acepción más respetable y cálida del concepto, dejando en nuestra memoria esa silueta donde combinaba, con particular acierto, sus condiciones de hombre de campo, amante de su tierra y cercano a su gente.

 Ciertamente, hay motivos para llorar. Pero, las lágrimas deben ser enjugadas por la tranquilidad de su familia de haber compartido con él sus logros, sus gustos y de haberle dado tantas satisfacciones.   Tengo muy presente cuando, emocionado, luego que el “Chico” y Alejandro ganaran el Champion de Chile, manifestara su orgullo de ser criador de los caballos y de los jinetes.  Y, finalmente, tuvieron ustedes el privilegio de acompañarlo hasta los postreros instantes de su vida.

Dios, en su infinita bondad, lo tuvo entre nosotros mientras sus afectos superaron el peso de los años y el dolor de la enfermedad. 

Dios, en su infinita sabiduría, lo llamó en septiembre, haciendo de ello un homenaje a la Chilenidad, de lo que fue ejemplo notable, al formar una familia que ha sabido, con especial consideración, respetar   ese sello que vincula el hombre con sus raíces.

Vaya en paz, don José Manuel:

Las cinchas de su montura están bien apretadas y su imagen no se moverá, no obstante, la distancia;

Sus alforjas, ayer generosas para prodigar virtudes, hoy van llenas de afecto y gratitud;

Su lazo, elaborado con tientos firmes, dejó bien sujeto el vínculo de unidad en su numerosa descendencia:

 Su mano firme llevará las riendas de su caballo desde la Aurora de San Clemente a la Aurora de la eternidad;

 Y el sonar de los cascos, en su galope por el camino al cielo, más allá del tiempo, permanecerá por siempre en nuestro recuerdo.

Muchas gracias.

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